Un Consejo Que No Me Pediste

Un Consejo Que No Me Pediste

Que nos digan la verdad en la cara duele. Aquí el problema está en que es cuando nos dicen las verdades que no queremos oír. Porque cuando es un halago no nos quejamos. Es más, si no es cierto ni lo corregimos. Ahora, cuando nos llega a los huesos, nos duele, nos sentimos malísimo, es necesario defendernos. Porque, aunque en el fondo sepamos que somos así, no queremos reconocerlo. Al abrir la boca lo que hacemos es ofender, buscamos lo peorcito que ha hecho la otra persona y se lo sacamos. No nos podemos quedar dados. ¿Cómo va a ser eso posible? No, no, no, si salgo ofendidx la otra persona se tiene que sentir el doble de mal que yo, para que se calle la bocota.   Y es así como metemos las patas, como ofendemos sin pensar y decimos lo que, con nuestro cerebro relajado, nunca diríamos. Entonces como ya lo sabemos, te dejo el consejo.

 

Cuando te digan la verdad en la cara y se te suba la sangre al cerebro; CÁLLATE. Da una sonrisa a medias y haz saber con tu lenguaje corporal que lo quieres dejar ahí y no vas a hablar más del asunto. Aléjate y retoma con esa persona luego. Muchas veces los que nos dicen las verdades, son los que nos conocen; y eso se traduce a familia, amigos y gente que amamos… que no queremos ofender. Sin embargo, lo que nos ha dicho nos ha dolido tanto y tienen tanta razón que nos molestamos. Vete… piénsatelo, reflexiona, mejóralo y no pierdas una de las mejores relaciones de tu vida con alguien importante, por querer salir airoso de una cosa que sabes que la perdiste desde el principio y que la otra persona con sus mil defectos, tiene la razón. Duele, molesta, se siente incómodo, pero nos hace crecer. Ahí te lo dejo… Sayonara.

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