Tuvimos que llevar a Enzo (mi gatito, bello y precioso) al veterinario porque tenía una patita con sangre y estaba cojeando. Al pobrecito se lo llevaron para adentro a revisarlo. De momento viene el veterinario y nos dice que Enzo no está muy contento y que tenemos dos opciones.
Opción 1: Sedarlo y que le pongan las vacunas, le hagan el físico y le revisen su patita lastimada.
Opción 2: Les damos unos medicamentos se lo llevan a casa y hacen nueva cita y lo traen un poco más calmado.
Escogimos la primera opción porque ya conocemos a nuestro gato y se vuelve un león con la gente que lo quiere ayudar. Además volver a sacar un tiempo en que podamos venir los dos al mismo tiempo es un poco complicado. Bueno el punto es que lo sedaron, le hicieron todo y nos lo entregaron. Resultó que no tenía nada en su pata, parece que se hizo un rayazo con algo y sólo había que ponerle triple antibiótico. En ese momento mi amado y adorado esposo me miró con cara de:
“Te lo dije Antonia que no pasaba nada con el gato. Lo tienes traumado de tanto venir al veterinario. Mira hasta la anestesia ya le tienen que poner. Todo porque tu lo traes por nada.”
La verdad es que yo soy una madre primeriza. Es mi primera mascota que depende totalmente de mí y vive dentro mi casa, así que me doy más cuenta de todo y absolutamente todo me parece razonable para llevarlo al veterinario. Tal vez un poco exagerado, pero bueno que te puedo decir. Si supieras dónde me crié te reirías de mí. Si sabes, pues adelante a reirte.
Llegamos a casa y el pobre Enzo estaba como en un trance. En el vet le pusieron la anestesia y luego le pusieron algo para que despertara, ya luego me entregaron otro gato. Un gato que no se movía, que miraba fijamente a un lugar, que me tenía miedo y que no reaccionaba a nada. Mi probe Enzito.
El resto de ese día nunca reaccionó normal. No se acostó a dormir en su maleta favorita. No espero mientras nos bañamos en su toalla. No durmió con nosotros. Al día siguiente había que sentarse en el piso y ponerse casi a su nivel para que él decidiera venir a dónde yo estaba. Fue triste, frustrante y doloroso. No me imagino lo que fue para él.
Esta historia es de un gatito adoptado a sus aproximadamente tres meses. Un gatito que lo que se le da es amor y cariño. Un gatito que literalmente puede ir a dónde desee en la casa y jamás se le ha maltratado. Sin embargo, tuvo esta reacción horrible por un viaje al veterinario.
Ahora imagina a una persona que ha sido víctima de maltrato por años. Imagina a un niño al que le tratan extremadamente mal, le pegan y le hacen sentir que no tiene ningún valor. Sólo de pensarlo me dan ganas de llorar. Yo no tengo hijxs, pero fui hija, niña, hermana y ahora de grande me ha tocado la bendición de ser maestra y niñera. Es importante que pensemos un poquito antes de tratar a alguien mal, las cosas, los comentarios y los malos tratos pasan factura.
Las palabras hieren y lo peor de todo es que no se van, se quedan ahí en el cerebro de a quién las dijiste. Los golpes dejan moretones que se borran, pero los moretones emocionales quedan para siempre. Tenemos que ser más conscientes de lo que hacemos y decimos, no sabemos con quién estamos tratando y el daño que puede hacer ese comentario que te pudiste ahorrar.
Enzito ya está más o menos bien. Me estoy preguntando cómo hacer la próxima visita al vet más amena, porque de verdad que no quiero que vuelva a pasar por eso. Del mismo modo que estoy buscando formas para ayudar al gato, busco formas para hablar mejor, para moderar mis pensamientos y que pasen por un filtro, leo y busco lo que sea necesario que me haga una mejor persona con los demás.
Todo tiene un impacto y aunque la mayoría de las veces no nos enteramos al momento, no significa que no pasó nada con eso que tiramos al mundo. Influenciamos más de lo que creemos. Seamos más empáticos, seamos más humanos, seamos más brillo.