Escapista
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Les comparto un ensayo que escribí aproximadamente hace tres años y que bueno que encontré en este momento.
Hay ocasiones en las que no importa cuanto te esfuerces, cuán bien lo hagas, cuan responsable seas, ect. Hay veces en las que nada de eso va a importar y de todos modos algo se va a salir de tus manos. Sin embargo, hay una cosa que he aprendido y es que si sabes que lo estabas haciendo bien y que eso no fue tu culpa, déjalo ir. Cuando te digo déjalo ir es realmente dejarlo que se vaya fuera de ti.
En este momento de mi vida (hace tres años) soy maestra de preescolar. Trabajo con niños de dos años y medio. Para sorpresa de todos, las pequeñas personitas me hacen caso. Siempre tengo mis planes al día. Mi salón está impecable. Cuando alguno se altera y empieza a llorar o gritar en mi salón tengo la suficiente paciencia para no perder el control, y poder tener todo en orden hasta lograr calmar a quién sea.
Hoy empecé el día de cabezas con una niña que lloraba y lloraba porque quería ir con sus padres y abuela. Me pegó, gritó, pataleó y lo último que hizo fue escupirme. La verdad ya nada me sorprende de ellos porque no saben cómo comunicarse y lo resuelven de cualquier manera. Cuando digo de cualquier manera, pues ya saben, es de cualquier manera. Tal vez en otro momento no me hubiese parado del piso hasta lograr tranquilizarla. Sin embargo, en la escuela hay una advertencia de una enfermedad ahí que llaman como de manos y pies y a mi compañera se le pegó. Así que al ella escupir, lo primero que pensé fue en lavarme, para estar segura de que nada se me pegara. Acto seguido la muchachita de dos años, no sé con qué fuerza, abrió la puerta del salón y se fue a correr. Antes de poder llegar a ella se había salido.
No le pegué. No salí a buscarla, porque tenía cinco niños más en mi salón. Sólo me asomé a la puerta y vi como la directora de la escuela la cogía en sus brazos. Luego me metí al salón y listo. Lo primero que pensé era como me había pasado eso, pero casi al instante entendí que no fue mi culpa. Se supone que las puertas son lo suficientemente pesadas para que lxs niñxs no las puedan abrir. No hice nada mal, la traté de calmar, le hablé, la abracé y aunque todo estaba saliendo mal yo conserve mi paz y mi paciencia. Entendí que había hecho lo correcto.
Así pasa muchas veces en tu vida, no importa cuan bien lo hagas y cuanto te esfuerces al final hay algo que se saldrá de control y tendrás que entender que tienes que dejarlo ir. Que no te puede afectar, porque no estaba en tus manos. Que es momento de seguir porque es lo que hay que hacer. Le conté a mi esposo lo sucedido, en mi hora de almuerzo, dónde único puedo leer mis mensajes y enviar alguno. Miren si lo dejé ir, que cuando me monto en su guagua al salir del trabajo, empiezo a hablar de todo y él me interrumpe y me pregunta; ¿y la nena que se te escapó? Me reí y me sentí muy bien conmigo misma porque ya lo había olvidado por completo.
Hoy es el día de que lo dejes ir. No estuvo en tus manos, no fue tu culpa, hiciste TODO lo que estaba en tus manos. Levántate, con la cara en alto y dale para adelante, que no importa que tan buena seas, hay veces en los que simplemente algo no va a salir como esperabas. Adelante, hoy es un nuevo día. Si estás leyendo esto de noche, mejor, mañana tienes una nueva oportunidad. ¡Un abrazo! ¡A Brillar!