Egg Rolls sin Salsa

Egg Rolls sin Salsa

Almorcé comida china, mi antojo me llevó a uno de mis restaurantes favoritos. Pedí dos egg rolls para llevar, imaginando la deliciosa cena que me esperaba en casa. Sin embargo, cuando llegué y abrí la bolsa, una pequeña decepción me: solo había una salsa agridulce para ambos rollitos.

En ese momento, tuve dos opciones: usar toda la que quisiera y quedarme sin salsa para el segundo egg roll o compartirla equitativamente entre los dos egg rolls. Al principio, el instinto de la reserva me dominó. Pensé que si usaba toda la salsa en un solo rollito, me quedaría sin sabor para el otro.

Sin embargo, luego me di cuenta de lo absurdo de mi pensamiento. La salsa era abundante, y seguramente con un poco de mesura alcanzaría para ambos. Así que, con un toque de generosidad, decidí repartir la salsa de manera justa.  Al final me sobró salsa. 🤭🤭

Esta experiencia me hizo reflexionar sobre la vida y la importancia de la generosidad. A menudo, nos comportamos como si los recursos fueran escasos, como si tuviéramos que racionar nuestras emociones, nuestro tiempo o nuestra energía para que duren lo máximo posible. Nos aferramos a las cosas por miedo a quedarnos sin nada, sin darnos cuenta de que la verdadera riqueza reside en compartir.

Al igual que la salsa agridulce, tenemos la capacidad de dar mucho más de lo que creemos. Podemos compartir nuestro amor con nuestras parejas, nuestro tiempo con nuestros amigos, nuestra ayuda con los necesitados. Y al hacerlo, no solo enriquecemos la vida de los demás, sino que también nos enriquecemos a nosotros mismos.

En el trabajo, a veces nos reservamos ideas o conocimientos por miedo a que nos superen o nos quiten el protagonismo. En las relaciones, aguantamos malos tratos o falta de amor por miedo a la soledad. Y con las amistades, nos guardamos rencores o resentimientos por pequeñas ofensas. Pero al igual que con la salsa, si no compartimos lo que tenemos, si no abrimos nuestro corazón y damos con generosidad, nos quedamos con un sabor amargo y una sensación de vacío.

La vida es demasiado corta para vivirla con tanta escasez.  Abramos nuestro corazón, compartamos nuestra salsa con el mundo y disfrutemos de la satisfacción de haber dado sin esperar nada a cambio. Porque, al final, si la usamos con sabiduría y generosidad, nos quedará la satisfacción de haber vivido una vida plena y sin remordimientos.  ¡¡A Brillar!!

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